11/01/10
La cátedra a la que aspiro,el alto trono en el que miro
mi vida derrumbarse abajo.
El sitial altivo que ostento,
y donde indolente me invento
una vida que importa un carajo.
La atalaya de la derrota,
donde derramo gota a gota
lágrimas de tinta en mi poesía.
El torreón del desengaño,
donde nunca me siento extraño,
donde vivo mi día a día.
Desde el estrado
del acusado
me enfrento al mundo
sin abogado.
En un segundo,
tras mi discurso
breve y rotundo,
soy condenado
y no hay recurso.
La cátedra me ha sido concedida,
una alta autoridad en el fracaso.
Disfruto ya de ella de por vida,
y de mi triste suerte hago repaso.
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