jueves, 22 de septiembre de 2011

Tristán e Isolda

18/08/11
Un manantial de sangre que supura,
una flor sin estambre, la más pura,
mi alma tiene hambre de hermosura
y espera se desangre con premura.

La noche de San Juan es alma oscura.
¿Las luces dónde están? sólo hay negrura.
Me tiendo en el diván con mi locura
(más triste que Tristán) que Isolda cura.

Ya vuelvo a navegar creando estelas
y avanzo por un mar que siempre riela.
Se me ha vuelto a olvidar poner la vela
y sola en negro altar, siempre a la espera,
Isolda va a llorar (¿quién la consuela?),
Isolda va a llorar (puede que muera).

Dispuesto estoy a tejer la vela alba,
en sueños puedo ver que eso la salva,
las plumas voy a arrancar de mil gaviotas
dispuesto estoy a volar en alas rotas.

El mar es un rumor de mil batallas
del mar conquistador contra las playas.
Las olas, estertor que nada acalla,
me alcanzan a estribor, mi casco estalla.

Como un triste presagio tus orillas,
la costa del naufragio; las astillas
del casco de mi barco, sumergido,
es el recuerdo parco del olvido.

Envuelto en negra vela, mi sudario,
en un mar que congela, frío acuario,
puedo hallar mi parcela: un osario.

El pensar en perderla
hace que me desquicie.
¡Quiero volver a verla!
Salgo a la superficie.

Brego con las mareas y las olas
lucho por que me veas luego a solas;
sé bien lo que deseas, mis cabriolas
sobre ti, que jadeas, que te inmolas.