viernes, 13 de febrero de 2009

Viernes, 13 de octubre de 1307

viernes, 13 de febrero de 2009
Sedientos de sangre y de Dios,
hambrientos de gloria en la tierra.
Un solo corcel, pero dos
jinetes que van a la guerra.

Hermanos de sangre y de vino,
de rezos, batalla y sudor,
cumpliendo un mandato divino,
cuidando el rebaño al Señor.

Después de dejar a tantos en Tierra Santa,
después de luchar, demostrando su valor,
después de amasar tanta riqueza, tanta
que les fue a robar un “hermoso” inquisidor.
Con calumnia y fuego les devolvió el favor.

Viernes 13

viernes, 13 de febrero de 2009
Con las manos manchadas de sangre,
con un frío tacto de ataúd,
comí tu corazón ya sin hambre
y brindé sin sed ya a tu salud.

Con los ojos llorosos de goce,
y con esa feliz sensación
que me transmitió entonces el roce
de tu muerto y frío corazón.

A manos llenas
y a bocados
comí las venas,
ya empachado.
Con exquisitos modales
perpetré
todos los males
que nunca hube imaginado.
Y pensé
(pecado impuro
de legiones infernales)
alcanzar contigo el cielo
con un vaso de cianuro
enfriado con un hielo.

Y conforme mi locura
halló contigo su cura
me fui arrepintiendo
al observar tu hermosura
(cómo se iba perdiendo
día tras día en el suelo),
ya cubierta de gusanos,
como un velo:
tus ojos, tus labios, tus manos,
tu cuello, tu pecho, tus piernas.
Y volviendo a ser humano
deseché ya mi suicidio
y viví la culpa eterna
de aquel hórrido homicidio
que empezó como un idilio.

Tu daga

viernes, 13 de febrero de 2009


A

un
tan
duro
cruel
hierro
(corazón
de acero)
me guío mi
viejo pecho.
La perversa lujuria fatal
entonces me hizo tanto mal
que ya
ni tus
besos
me
consolaban
de tu daga.

Retales que arden

viernes, 13 de febrero de 2009
Y construyo mis poesías
con tus ojos, con sus labios, con mi mano,
con los versos que yo oía
en aquellos tiempos vanos
en que siempre te tenía.

Construí cada poema
con tu risa, con su llanto, con su beso,
como llama que me quema
si cometo el exceso
de tocarte con la yema

mancillada de mis dedos;
así arde, tan violenta, mi poesía,
con la leña de mis miedos,
así arde, como ardía
la fiel llama de Quevedo.

Vencido

7-2-09
Me he rendido.
He caído
de rodillas
bajo el trono en el que brillas
con la fuerza de una estrella.
Me ha vencido
la más bella.