jueves, 4 de febrero de 2010

El ocaso de una diosa

30/12/09
Su mirada ya no hiela,
y su voz ya no es poesía;
ni su lágrima es estela
que seguir de noche y día.

Su perfume ya no embriaga,
y su mano no acaricia;
y ahora haga lo que haga
me desquicia.

Ya su pelo no ondea el viento,
Ya no más son mis fronteras
sus caderas,
ni sus suspiros mi aliento.

Ya no me mece en su mar;
ya no vuelo
con sus alas hasta el cielo;
ni la busco sin cesar.

Ya no bebo de su boca,
ni me miento
cuando siento
que me toca.

Le ha llegado
a esta diosa
ya su ocaso.

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